Por supuesto, hay muchísimas más razones para amarlos, pero empecemos con estas.
- Los besos de las buenas noches. Los besos esquimales. Los besos de mariposa. Es más, hasta los besos con la nariz con mocos son hermosos.
- ¿Quién más te dirá que tienes lápiz de labio en los dientes?
- Ir de compras al mercado ya no es algo aburrido. ¡Berrinche en el pasillo ocho!
- Son excelentes para ayudarte a mantener la mente activa mientras te esfuerzas por responder por qué existen dos colores de manzanas, por qué se mueven las nubes y por qué los varones tienen pezones.
- Todas las cosas que, aunque no lo admitas, te gusta que estén en el congelador: paletas, bocaditos de pollo y helado (de esos gustos con mucho sabor y muchas calorías).
- Te dicen cosas como “tu pancita es acolchada, mami”, pero para ellos es algo bueno.
- Sus pijamas ridículos y adorables.
- Cuando tienen fiebre a las 3 a. m. y te miran como si hubieras caído del cielo.
- Son tan pequeños que tienes que subirte al trineo con ellos. ¡Yupiii!
- ¿Alguna vez pensaste que te volverías a sorprender con cosas como aviones y orugas? Sí, es increíble.
- Aunque parezca mentira, tu niño te enseña a ti cosas sobre la computadora.